viernes, 18 de enero de 2013

Consejo de un veterano Runner



de Raulet76 vía Foro Runner's World:

Desde hace más de 13 años que me puedo considerar un corredor popular, que entreno con regularidad, que participo en cursas de diferentes distancias (10 miles, medios maratones, maratones), por asfalto y por montaña. Incluso en los últimos años he hecho algún cameo en alguna triatlón.

Son muchos años de dedicación, de esfuerzo, de sufrimientos, de alegrías, de frustraciones, de lesiones, de entrenar a cualquier hora del día (o la noche), con frío, con calor o con molestias. He llegado a emocionarme cómo nunca, a llorar de alegría desconsoladamente cuando he atravesado la línea de llegada al finalizar una cursa o a sentir impotencia y llorar de rabia cuando después de meses de entrenamiento una lesión me ha apartado de poder correr un maratón.
Siempre he entrenado con una planificación y una constancia por un objetivo, una marca. Un objetivo que hace que cada día de entrenamiento sea un reto, que te da fuerzas de donde sea para exigirte lo mejor, de afrontar cualquier contratiempo, de soportar el sufrimiento de hacer series, de llevar un ritmo durante un tiempo o distancia determinada. Un objetivo, difícil pero con esfuerzo y constancia hace que sea posible, al límite de nuestro cuerpo y nuestra mente.
Y cuando se logra este objetivo la sensación es brutal. Casi orgásmica diría yo. Es tu momento soñado después de tantas horas de entrenamiento.
Pero como toda plenitud de felicidad, esta desaparece cuando te das cuenta que quieres más, que si te esfuerzas más puedes mejorar tu objetivo, bajar tu marca personal.
Nuevo objetivo y planificación y volver a empezar. Motivación. Pero todo esto a qué coste?

Os hablaré de un caso, el mío en concreto. No sé si seré yo el único caso, si puede ser el de unos pocos o de mucha más gente de la que puedo pensar. Pero os la quiero explicar para que al menos nadie pueda caer en el mismo error o le sirva como punto de inflexión y/o reflexión. Y es que mi "marquitis" me ha traído a no disfrutar del que consideraba yo que era mi pasatiempo favorito. Sí disfrutaba de la meta cuando se lograba, pero no del camino a recorrer, y el del corredor de fondo, es un camino muy largo.
De todo esto, por suerte o por desgracia, me he dado cuenta hoy, cuando después de trabajar toda la semana de noches, ayer en turno de doce horas, tenía que rodar 14 kilómetros y estaba muy cansado para hacerlo. Me resistía a renunciar porque no cumplía con mi planificación, lo que suponía poner en peligro mi objetivo, mi mejor marca.
Ha sido el momento de preguntarme, pero ¿Qué estoy haciendo?

Este ha sido mi punto de inflexión. Ahora hago un repaso mentalmente del último año (incluso me atrevo a decir de los últimos años) y veo claramente que hace tiempo que dejé de disfrutar del camino. Un camino que recorría a solas, únicamente centrándome en el ritmo que marcaba mi GPS. Sin levantar la cabeza y dejando pasar todo aquello que me rodeaba.
Rodaba sin escuchar mi cuerpo y mi mente, sólo con la fijación de cumplir aquello que me mandaba la planificación.
Así llegaron los días que cuando había sido imposible realizar un entrenamiento, estaba totalmente irritable e insoportable con la gente que más cerca tenía. Culpaba todo aquello que no me dejaba hacer mi entrenamiento. Llegaban los días que llevaba al límite mi cuerpo. Días donde mis piernas me pedían un rodaje suave y las obligaba a marcar un ritmo frenético. Rodajes de madrugada con una salida del sol espectacular donde no era capaz de pararme ni un segundo para disfrutar de aquel espectáculo por el hecho de no perder el ritmo que llevaba. Días que preferí salir sólo para no tener que ir acompañado de alguien que me hubiera hecho ir más lento de lo que me tocaba. Días de tensión, lesiones y frustraciones. Momentos que ahora me hacen entender de mi egoísmo y obsesión. Momentos que han bordeado incluso la ansiedad. Y que nunca era yo el responsable de la situación, siempre era alguien otro, o las zapatillas que hay que cambiar, o las plantillas que hay que revisar o la suerte que tienen los profesionales de hacerse masajes cada semana. Nunca lo era el hecho que me exigiera ir al límite siempre en todo momento y en todos y cada unos de los entrenamientos.

Ha llegado el momento de volver a disfrutar del camino. De olvidarse de las marcas y las planificaciones. A correr por sensaciones. Y si un día, o dos, o los días que hagan falta, no puedo correr por el motivo que sea, al menos sabré que al día siguiente lo podré hacer con sonrisa en la cara.

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DIA UNO

1 Enero 2013.
8:00 a.m.

Zas! de un salto salgo de la cama! Me pongo el chandal apretadito. Joder antes me quedaba mejor. Para que nos vamos a engañar, es uno de los motivos por los que salgo a correr hoy. Pienso librarme de esta panza!. Bajo las escalera: dos, tres, cuatro...

COÑO SI NO HA SALIDO EL SOL!!

Entonces me acorde de Rocky Balboa cuando salia esas madrugadas con la música Eye of the tiguer!! ooooohhhh como me gusta esa escena. Camino 100 metros a paso ligero y pongo el crono en marcha! SEÑORES! QUE SALGO A CORRER! A LAS 8 DE LA MAÑANA!

A la siguiente calle me di cuenta de que no sonaba la canción de Rocky.
- JODER NO PUEDO RESPIRAR!!, pero bueno! no tengo prisa. Pasito a pasito! Llego al polígono industrial . Bastante planito (eso crei...). Al girar la rotonda y hacer los primeros metros. Me di cuenta de una cosa que la física no le enseño a Newton (para mas INRI, esa calle se llama Newton). Pues no es ni mas ni menos que corriendo la calle deja de ser plana. Y te putea poco a poco.

Primero me duele la espalda, luego el brazo izquierdo (a que me da un infarto). Respiro por la boca, por la nariz y hasta por el culo. Madre mia me quiero morir.
Ese fue mi primer kilometro. Pero un Pepito Grillo me decía en la oreja que era una maricona. Y que mi familia tenia razón al decirme que no saldría a correr.
Pero si sali y estaba dispuesto a subir esa subida. Y al final lo conseguí. Respirando con todas mis fuerzas un aire muy frío (sera bueno para la salud ese aire??)

Arriba de la cuesta era diferente, porque ahora queda la bajada jajajajajaa
Entonces si que sonaba la canción de Rocky. Ya no me acordaba de lo que habia sufrido, ahora estaba orgulloso. Ahora mis pies volaban cuesta abajo.
Y al llegar un merecido almuerzo me esperaba. Un gran café con tostadas!! (tendremos que cambiar eso también).

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